Lejos de huir
Corría el mes más frío
del año.
La presión de la rutina,
se elevaba a flote como la espuma de la cerveza. Dejando así, en el
subconsciente, esa necesidad de volar por los paisajes del vasto mundo, ese
mundo con el que siempre soñaba, y que a pesar de haberlo recorrido, sentía que
casi no lo conocía. Imaginaba las altas montañas e infinitos paisajes en
lugares como, Asia, África, Oriente Medio, etc. Todos pasaban por su mente. Mientras,
iba de camino al metro atravesando grandes avenidas, y sorteando con la
imaginación, los rascacielos de la
ciudad.
Emocionado y ansioso por
huir de la urbe, sostenía en su mano un boleto de avión que lo llevaría al otro
lado del mundo. Sin más destino fijo, que huir. El papeleo había sido lento, y él
ya se sentía agotado, saturado de la misma estancia día tras día. Su amor, era
la libertad, al menos hasta ese momento, y había pasado mucho tiempo sin ella.
Amor… ¿Qué es realmente?
¿De qué me sirve? Un instinto egoísta que no necesito.
Con la mirada fija en su
imagen reflejada en el cristal de una valla publicitaria en el andén, dejaba
viajar su mente entre sus pensamientos. El tren arribó a la estación rompiendo
el hilo de sus reflexiones. Entre chirridos, la mole se detenía ante él, y
abriendo sus puertas, lo recibía una vez más. Era graciosa la idea de sentir
cierto agradecimiento por ese aparato.
Al entrar, notó el vagón
desierto. Es algo que suele suceder durante las últimas horas de los efímeros
fines de semana. Tomó asiento, y con un empujón apático, el pesado tren inició
la marcha, constante e infinita de su ciclo diario. Una vez más, en otra vuelta
que ignorar. Fijo la mirada al frente y volvió a su fantasía personal. El tren,
se detiene en la próxima estación y abre sus puertas. Él ya se encontraba de
nuevo sumergido en su cabeza, lo suficiente como para no darse cuenta de nada. El
viaje concurría con absoluta normalidad. Esa habitual introspección diaria,
destinada a ignorar los rostros de otros seres vivos. Nada, excepto ese dulce
perfume, ese que le cambio la vida, que le robo la atención en el momento
indicado.
Lo demás, es historia.
Acompañada de una dulce
esencia, una hermosa chica de tez morena y rasgos delicados. Llevaba puesta una
blusa negra de escote que, a pesar de revelar sus delicadas formas, concedía la
discreción necesaria para inspirar cierto deseo, sin dejar perder la ternura
del pudor. Jeans azules y botas negras de cuero hasta las rodillas. Sus ojos,
grandes y profundos como el hermoso mar por la noche, recorrieron el entorno buscando
un espacio para ubicarse. Él, permanecía idiotizado observándola, y muy a pesar
de haber espacio de sobra en el vagón, casi por arte de magia corrieron hasta
clavarse en los suyos. Si alguien se hubiera cruzado en ese instante entre
ambos, habría sentido corriente en su cuerpo. Su cabello negro tensado en una
larga trenza, dejaba apreciar cada pequeño detalle de su rostro. Este, ondeaba
sobre sus caderas, en un hipnótico vaivén que resaltaba sus decididos pasos. Él
quedo maravillado, con el rostro ruborizado y las manos sudorosas. Aun así,
ninguno aparto la mirada del otro. Quedaron atrapados por un fuerte magnetismo.
Ella esbozó una amigable sonrisa, y su cara se ilumino radiante y llena de complicidad.
El, devolvió una mueca torpe que no dejaba nada claro, y simulaba terriblemente
lo que se supone, era una respuesta.
Sentían haber dejado
desaparecer el mundo a su alrededor.
Como de costumbre.
Morían por hablarse, y
no tenían idea de por dónde comenzar. Ella sentada a su lado no soportaba la
tensión, y él, presa del pánico la miro de arriba abajo, y en un torpe impulso,
casi balbuceando dijo.
-Bonitas botas.
Ella dejo escapar un
leve gesto de sorna. Él se sintió lleno de confianza tras esta respuesta, y
continuó, mientras hacía una mueca de afeminado, para hacer énfasis en la
sátira de su comentario.
-Considero necesario que
me las prestes, a mí me quedarían mejor que a ti ¿Tú qué opinas?
Ella apenas podía
contener la risa, soltaba carcajadas que intentaba contener sin éxito, y el la
acompañaba riéndose con ella.
Él tendió la mano y se presentó,
diciendo en un tono cargado de solemnidad.
-Mucho gusto, hermosa
damisela. Mi nombre es Jacobo, y es para mí, un placer disfrutar de vuestra grata
compañía.
Ella tomo su mano con
discreción, y con un ademan de reverencia, continuando el juego respondió.
-Laura, el placer es mío,
amable caballero.
En ese momento el tren
se detuvo, anunciando que el viaje había terminado para él. Se quedó mirándola
confundido sin saber que decir. El pitido anunciaba el cierre de puertas y él
continuaba mirando desesperado. Decidió
saltar del asiento, y salir corriendo del tren. Ella se quedó mirándolo
perpleja, sin poder decir nada.
Durante todo el camino,
Jacobo mantuvo su imagen en la mente. Aquella mirada, aquel cabello, los
contornos de su rostro y de su cuerpo. Pasaban por su mente como mil fotos que
se repetían una y otra vez.
Ya había pasado por todo esto.
¿Cuántas veces había dejado escapar la misma
oportunidad? ¿Cuántas veces se había sentido igual? Parecía hora de hacer algo
diferente. Parecía hora de sentir, de dejar de evitar esas emociones.
En su mente, la cruel ironía
se burlaba de él, sin darse cuenta había caído en la rutina de evitar la
rutina. Era su realidad. Huir constantemente del compromiso, evitar todo
acercamiento a alguien más. Pensó, que a lo mejor, era hora de parar de
desperdiciar oportunidades como esa. Una y otra vez, sumido en su carrera
contra él pasado. Sabía que este pensamiento lo perseguiría hasta subirse al
avión. Sabia, que por lejos que fuera, existía algo de lo que nunca podría
escapar, y ese algo era su mente. Noto de nuevo, que había pasado la mayor
parte de su vida encerrado allí, era evidente que correr sin un destino fijo,
era algo que hace mucho había dejado de funcionar.
Sentada
en la peinadora de la habitación, corregía los últimos detalles de su
maquillaje. Siempre bien presentada, siempre hermosa, una mujer elegante y
digna de su imagen.
Él
se acercó por detrás de ella, masajeando
sus hombros con una cálida caricia. Ella devolvió el gesto besando su mano. Él
se acercó a su cuello y aspiró profundamente.
-¡Ah!…
Ese perfume ¿Sabes que me cambio la vida?
Ella
lo miró, y dejó escapar una sonrisa sonrojada, mientras miraba con ternura su
reflejo en el espejo.
-Eres
un exagerado.
-Creer
que se te ama lo suficiente, como para compensar el honor de hacerlo. ¡Eso! es
una exageración. Tú me cambiaste la vida. Debes creerlo.
-Me
lo has demostrado, seria atrevido no creerlo.
Al llegar a casa, revisó
los mensajes del contestador. Solo había un mensaje de un viejo amigo, un tal
Ramsey Lerak. A Ramsey, lo había conocido hacia un par de años en una reunión
de despedida, y como muchos otros, era uno de los tantos que hacía años evitaba
luego de haber compartido un par de veces con él.
Habían paseado un poco
por la ciudad cuando él era nuevo, y, la idea de sentir que algo de aprecio se
formaba en torno a este peculiar muchacho, fue la excusa perfecta para dejarlo
plantado una y otra vez, hasta que se hartó de llamar.
El mensaje hablaba de una
invitación a una reunión. Nada formal, simplemente una atractiva propuesta para
emborracharse, y hacer callar por una noche a su estúpida mente.
Luego de un baño y algo
de comer, se miró al espejo para comprobar su aspecto, tomo las llaves,
comprobó que todo estuviera en orden, y salió de casa.
Antes de llegar a casa
de su amigo, pasó por algo de beber. Un pase de cortesía, nada especial. Llegó a
la reunión con una falsa sonrisa en el rostro, buscando el área de los licores
para depositar el licor que había traído como pase de cortesía, y comenzar a
emborracharse. Entre los invitados no había más de diez personas. Él, se presentó
como de costumbre, gracioso y cordial.
Con un par de copas en la
cabeza, y haciendo uso de su arrolladora personalidad. Se convirtió de
inmediato en el centro de atención. Con la infalible ayuda de sus historias, y sus
proezas durante alguno de sus viajes por el mundo, lograba mantener entretenida
a una atenta audición.
El teléfono comenzó a
sonar temprano en la mañana sacándola de su sueño. No podía imaginarse quien la
llamaba a esa hora, o al menos que tan lejos debía estar para no recordar la
zona horaria. Fastidiada, aparto el cabello de su rostro y tomó la llamada.
-¿Si, quién es?
-Que lastima, mi
hermanita ya no se acuerda de mí.
-Por Dios Ramsey ¿Sabes
qué hora es?
-Sí, es hora de que
vengas a visitar a tu hermano. Laura por favor, aunque sea solo este fin de
semana. Aparte, debo ir a buscarte al terminal, me he mudado de nuevo.
-Qué raro ¿A qué chica
le huyes ahora?
-A ninguna
¿Vendrás? Haré una fiesta, será
divertido, invitaré a un par de amigos y lo pasaremos bien. Creo que es momento
que te tomes unos días Laura, no haces más que trabajar y estudiar. Diviértete
un poco con tu pobre hermano.
-Está bien. Pero ahora
déjame dormir Ramsey, son las tres de la mañana, me pregunto cuando recordarás
el cambio de horario antes de llamar.
-Algún día lo hare, ten
fe en eso. Muchas gracias por aceptar. Te veo el fin de semana. Te quiero mucho
hermanita, un beso.
Tras colgar el teléfono,
se mantuvo pensativa mirando el techo.
Un fin de semana para descansar ¿Hace cuánto que eso no sucedía?
No era una opción, lo
necesitaba y lo tomaría. No le agradaban para nada las fiestas en casa de su
hermano mayor. Pero era lo que había.
Al levantarse de la cama,
el sol se asomaba en el horizonte. Filtrando entre las cortinas un vivo haz de
luz. Se desplazó, ligera como una nube hasta la ventana para abrir las cortinas.
El dorado brillo, permitió ver en sus morenas caderas un tatuaje del sol, su
gran amor. Ese brillante astro rubio que daba a su piel, ese sensual tono
canela pasión.
Iluminado por la gracia
de la juventud, su cuerpo, era un sueño que ella reconocía interpretado en los
elogios de sus amantes, ese mismo sueño, que a su propia vista, se asemejaba a
algo ajeno al tiempo. Esa tarde, recordó sentada frente a su casa, las
oraciones de sus ancestros, esa misma tarde, vio a su madre enferma en esa cama,
y no pudo evitar sentir esas ansiosas ganas de huir. Sus plegarias y esfuerzos
perdían la batalla contra lo inevitable. Seguir adelante era su mejor opción.
Un aire cálido, e
impregnado de un intenso aroma a pan recién horneado, anunciaba el inicio del día.
Laura, en la cocina preparaba el desayuno, mientras, Jacobo apenas cruzaba el
umbral y se unía a ella. Acercándose por detrás, la abrazo y después de un
tierno beso en el cuello le dijo.
-Me acabo de dar cuenta,
que olvide como te conocí.
Ella volteo, lo miro a
los ojos, y acerco su rostro para besarlo en la boca mientras decía.
-¿Acaso importa? Para mi
es solo un recuerdo.
Lo beso tiernamente
recorriendo todo su rostro, fue una cantidad abrumadora de encantadores besos.
El adoraba que hiciera eso, lo hacía sentir seguro, tranquilo, amado.
Todos se entretenían en
la reunión, el ambiente era tranquilo, la música amenizaba las carcajadas que
ambientaban las historias, y las horas transcurrían con calma. El timbre sonó,
Ramsey pidió permiso, y se levantó para abrir la puerta.
Jacobo continuaba con sus historias, cuando
Ramsey interrumpió la conversación, para presentar a su nuevo invitado.
-Damas y caballeros,
permítanme presentarles a mi hermana, se llama Laura.
Ambos se quedaron
sorprendidos y Jacobo dejó escapar una carcajada ahogada. Ella sonrió y bajo la
mirada un poco avergonzada, mientras saludaba.
Ramsey, sorprendido
señalando a ambos con un gesto burlón, preguntó.
-¿Se conocen de algo?
Jacobo, respondió
torpemente entre carcajadas.
-Nos… este… nos vimos
hace unas horas en el metro, pero nunca pensé que… ¡Wow!
Todos los miraban
expectantes, Laura odio aquel momento. Se había convertido en el centro de
atención. Ramsey, rompió la tensión ofreciendo un trago a su hermana, ella, de
inmediato huyó aprovechando la oportunidad.
Ofreciéndose a
acompañarlo a la cocina, ambos se retiraron, y Jacobo miraba a todos sin saber
que decir. Su mente se había quedado en blanco.
Una chica del grupo
pregunto a Jacobo.
-¿Te pasa algo?
Él se rasco el mentón, y
mirando al vacío dijo.
-¿A mí? Siempre, la
verdad. Pero, no es nada. En seguida vuelvo muchachos.
Se levantó y fue al
baño. Al entrar se miró al espejo y pensó “¿Qué está pasando? No entiendo nada”
su pecho retumbaba y sus manos estaban sudorosas, esos nervios tenían un rostro.
Por mucho que se lo negara, esos nervios tenían rostro y nombre.
En la cocina, Ramsey
ponía al día a Laura con las últimas noticias sobre su trabajo como editor en
el cine, mientras le daba un trago. Ella recibió el vaso con un aire distraído,
y apenas probó su bebida, mirando al vacío, apenas entendía lo que estaba
sucediendo. Miro a Ramsey y sin pensarlo lo interrumpió.
-¿De qué lo conoces?
El la miro extrañado, y
haciendo una mueca le pregunto.
-¿De qué me hablas?
Ella respondió
pensativa, mientras lo buscaba a través del ventanuco de la cocina.
-De ese chico, Jacobo. Es
que hace un momento, intercambiamos un par de palabras en el metro de camino
para acá.
Haciendo un gesto de
desinterés le respondió.
-Ah sí, Jacobo. Nada
importante, fuimos juntos un par de veces a caminar cuando era nuevo por aquí.
Necesitaba que alguien le mostrara la ciudad, y una amiga mutua me pidió que lo
ayudara ¿Por?
-Simple curiosidad. Es
que me parece tan extraño, nunca me había pasado algo así.
-Eso se debe a que nunca
conoces personas, ni sales de ese pueblo de cuatro cuadras en el que vives.
Ella lo miro con el ceño
fruncido, y golpeo el vaso contra el mesón.
El la vio extrañado, era
común que se molestara, y que él no tuviera ni idea de porqué. Vivian en mundos
diferentes.
-¡Deberías tenerlo muy claro
Ramsey, sabes mejor que nadie, que si por mi fuera no viviría allí! Pero claro,
vives tu vida tan distraído de todo. Olvídalo, ya vengo.
Se fue evidentemente
molesta a la sala, dejando su hermano con las palabras en la boca. Buscó a
Jacobo, pero no lo veía por ninguna parte. Hizo caso omiso del asunto, y se fue
a saludar a algunas viejas amistades.
Jacobo salió del baño,
volvió a la reunión, y al notar que ella no estaba a la vista, tomó sus cosas y
se dispuso a marcharse. Sin avisar, como
de costumbre. Le agobiaban las despedidas, pero no por los demás, le parecía
sumamente incomodo tener que dar explicaciones. Y la gente, siempre las espera.
Laura, vio la puerta
cerrarse en el último instante, y casi por instinto supo que era él. Fue hasta
allí, y al abrir, lo vio vacilar un instante.
-Disculpa ¿Ya te vas?
Preguntó ella
-Esto parecerá extraño,
pero pasa que normalmente no me despido.
-¿Y cuál es la novedad?
-Pues, que aun así,
acabo de tener la intención de devolverme para despedirme de ti, pero, ya que
estas aquí ¿Me guardas el secreto?
-Como quieras, aunque yo
también estoy a punto de irme.
-¿No… no te estas
quedando aquí?
-No, nada que ver. Me
quedo en un hotel, como a tres cuadras de aquí.
-No es necesario que
insistas, te acompañaré.
-¡Oye! ¡No pedí que lo
hicieras! Solo fue un comentario.
-Como sea, aquí estaré.
Cerró la puerta, y él se
quedó sentado esperándola en las escaleras. Casi inmediatamente, ella salió con
su bolso y su abrigo.
-¿Tampoco te despides?
-¿Para qué, y porque
haces tantas preguntas?
-Te acompañare hasta tu
hotel, y no ando con extraños, creo que me gustaría saber más de ti. Permíteme
que te ayude con tus cosas.
-¿Siempre eres así de
gracioso?
-Solo cuando quiero las
botas de una chica.
Caminaron sin mirarse,
ni decirse una sola palabra. Ambos, se sentían tranquilos, seguros, en buena
compañía. Como si se conocieran de antes, como si nunca hubiera sido necesario
establecer un dialogo entre ambos para hacer notar sus presencias. Jacobo moría
por decir algo, a diferencia de Laura, que continuaba pensando en lo
indiferente que era su hermano a la situación de su madre.
Al llegar a la puerta
del hotel, Jacobo se llevaba las manos a los bolsillos por el frío, mientras
con una mueca de sonrisa, dijo.
-¿Es aquí? Estoy lejos
de casa, me da miedo.
Ella soltó una carcajada,
y dijo sonriendo.
-Yo no te pedí que me
acompañaras.
-Morías de ganas porque
lo hiciera. Lo sabes.
Ella le volteo los ojos
en señal de fastidio, y él se sintió como un idiota por sobrepasarse con sus
bromas. Aunque esto no fuera así. Siempre fue motivo de culpa en él.
-Te digo que aun continúo
sorprendido por lo del tren, y luego verte en casa de Ramsey. El nunca habla de
ti.
-Es normal, el siempre
evita a su familia. Aun así, no me parece un tema apropiado, para mi sigues
siendo un extraño.
-Entiendo. Pero ese no
es el punto. La cuestión es que continúo sorprendido. ¿Sabes? La verdad es que no
puedo hacer nada por tus asuntos familiares, pero si puedo intentar resolver lo
que sentí al verte en ese tren, y luego verte de nuevo en la sala. Eso nos
incumbe a ambos. Lo sigo sintiendo.
-Solo fue una
casualidad. Ni siquiera recuerdo cómo te llamas. Que tengas buenas noches.
Se dio vuelta y entró al
hotel. Él se retiró a casa con su rostro rondando en la mente, y la culpa de la
vergüenza en el pecho.
Las
tardes en las montañas, sobrescriben memorias llenas de sus propias
peculiaridades. Sentados en este mirador, apenas puedo recordar cómo era la
vida antes. Reflexiono sobre lo sorprendido que me siento, al no encontrar en
mi pasado una aurora tan perfecta. Te veo disfrutar del ambiente, y es
sorprendente que no haya nada antes de ti. Esto que siento ahora, es claramente
eso denominado plenitud. Evidentemente, esto es; no poder concebir al menos un
vestigio de vida antes de nosotros. Que no me importe que viene después.
De verdad, no me importa si es contigo.
A mí, que siempre pienso en las consecuencias.
Simplemente vivo ahora. Contigo allí, bañada de la última luz del sol,
disfrutando de tu belleza y de tu compañía. Eso es el hoy. Todo lo que tengo, y todo lo que quiero.
Ya en casa, miraba el
teléfono con impotencia, se lamentaba por no haber pedido su número ¿Acaso
habría sido algo demasiado audaz, demasiado desmedido llegar a casa y llamarla
de inmediato? quizá un “¿llegaste bien?”
Demasiado típico,
absurdo, tomando en cuenta que llegue con ella, incluso atrevido. Eso por no
mencionar, el hecho de seguirme inmiscuyendo en sus cosas.
Todo este temor, solo
tenía una explicación, evidentemente, ella no era otra de esas aventuras de un
rato. De ser así, no sentiría todas estas inseguridades con respecto a su
trato. Esto era diferente. También estaba ahora la cuestión de la partida, los
boletos estaban listos, no había marcha atrás. Él sabía cuándo y a donde se
marcharía, y ella, naturalmente, no se encontraba entre sus planes. Al final la
conclusión era sencilla, la dejaría pasar, tal y como ya lo había hecho antes
con otras personas.
Algo rápido de comer,
encender el televisor y esperar que el sueño llegue. Comienzan a pasar las
horas, y el sueño no llega, un documental en la tv que ni siquiera le llamaba
la atención. Su mente estaba en la puerta de ese hotel, en aquella conversación
breve y torpe. Los boletos de viaje ahora chocaban con todo aquello. Al menos
pedir disculpas, eso disiparía un poco las nubes.
Definitivamente, sí, una buena conversación
para pedir disculpas por mi torpeza, es lo que necesito para dejar bien claro
que, entre Laura y yo no pasaba nada más que una casualidad. Tomó las llaves de
la mesa y se dirigió a la puerta.
“¡Un momento, estoy en
pijama!”
Suena el teléfono.
“¡Por amor de Dios! ¿Quién llama a esta hora?”
Coge el teléfono
refunfuñando y escucha.
-¿Jacobo? ¡Miserable!
¿Por qué siempre haces lo mismo? La próxima vez al menos despídete de mí
idiota.
-Ahora no Ramsey, estoy
ocupado… ¡Un momento! ¿Tienes el número de la habitación de Laura?
-Ustedes dos son
bastante raros amigo, ella me pidió que te llamara. Te llevaste su bufanda,
espero no estés haciendo cochinadas con ella.
-¡¿Pero qué?! Que
insoportable… no importa ¿Cómo se supone que me comunicare con ella? O mejor,
si quieres la dejo en tu casa y que ella pase por allá.
-No hace falta, me dijo
que te esperaría en el lobby del hotel, si aún puedes hoy. De lo contrario
mañana a las doce en la puerta del hotel.
-Mu… muchas gracias
Ramsey.
-No hay de que amigo mío
¿Cuándo nos vemos de nuevo?
La comunicación se
cortó. Ramsey, medio ebrio miró el aparato con desprecio y balbuceo.
-¿Qué demonios se creen?
¡Son unos mal educados, ya nadie quiere al pobre Ramsey!
Buscó la bufanda entre
sus cosas y la consiguió metida en un bolsillo de su pantalón envuelta en sí.
Se colocó el pantalón, cualquier franela, se calzó un par de zapatos y salió
corriendo a la puerta.
Tenía su disculpa
arreglada.
Mientras caminaba por el
lobby del hotel, la puerta se cerraba
tras ella. Se sentía un poco culpable por dejarlo así, pero él no había dejado
más opción. Le molestaba de sobremanera no tener respuestas a su discurso
satírico ¿Malcriada? ¡Si! ¿Y qué? Él no era quien para dejarla en ridículo de
esa forma. Aunque la verdad, su problema no era con él, de hecho había sido
tierno el gesto de intentar hacerla reír. Él había notado que ella no se sentía
bien, y aun así quiso acompañarla, respetó su silencio y fue paciente con ella.
Pero en fin, nada es perfecto.
Al rato de haber llegado
a la habitación del hotel, se encontró sentada en la cama esperando que sonara
el teléfono. Lo pensó, pero no recordaba haberle dado el número de la habitación.
Revisó su celular, y se sintió estúpida al verse esperando una llamada o un
mensaje de alguien que no conocía. Se sintió peor aún, al darse cuenta de lo
sola que estaba, pues ni Ramsey, ni su madre se habían comunicado tampoco.
Metió la mano en su cartera para buscar su bufanda, esa que su padre le había
regalado por navidad, cuando apenas era una niña y su mente no era algo que la
agobiara, la que había conservado durante todos estos años. Le brindaba
seguridad, le hacía sentir que no había más nada en el mundo que ese momento al
lado del árbol de navidad. Papá, mamá y Ramsey. Sin pasado, sin presente. Solo
existía ese instante perfecto, un lugar seguro encerrado en ese trozo de tela.
A medida que pensaba en
todo esto, se daba cuenta con cierto temor, que ya había hurgado suficiente
dentro de la cartera como para tener en cuenta que su bufanda, no se hallaba ahí.
Cuenta atrás.
Debía recordar todos los
lugares que había recorrido antes de llegar allí. Todo lo que había hecho. No
fue demasiado difícil recordar el gesto de Jacobo, no era cosa común que
alguien se ofreciera a llevar sus cosas. Agradeció una vez más el gesto, y
levanto el teléfono. Se detuvo, y dejo saltar una carcajada seguida de un gesto
de decepción. No tenía su número. ¡Pero!, tenía el de Ramsey, y Ramsey era su
amigo, así que marcó el número de Ramsey.
Su hermano ebrio
balbuceo un par de palabras inteligibles, ella espero y le dijo.
-¡Oye!
¿Tienes el número de ese amigo tuyo, Jacobo?
-¿Es
en serio? Que fácil eres hermanita.
-¡No
seas imbécil Ramsey! Tiene mi bufanda.
-¡Demonios!
Que rápido sucede todo en esta ciudad, estos jóvenes de hoy…
-¡Maldita
sea Ramsey! ¿Tienes el número o no?
-¡Calama
Laura! ¡Aguafiestas, eres igual a tu madre! dame un segundo, ya te lo envío.
-No,
mejor déjale un recado de mi parte.
-Soy
todo odios “¡Espera que hablo por
teléfono, tu no dulzura, ven con papi!” ahora si mi general.
-Dile
que estaré en el lobby del hotel hasta las doce, si no es demasiado tarde. De
lo contrario, que la traiga mañana a mediodía. Lo esperaré en el mismo lugar.
Gracias.
-Para
mí es un pla…
La
comunicación se cortó.
Bajó
al lobby y lo buscó con la mirada. Se notó nerviosa buscando a alguien que
quizá no recibiría su mensaje. Miró su reloj y daba las diez con treinta “una
hora y media” pensó. Se sentó y tomo una revista.
Era
extraño caminar tan apurado. La mano en su bolsillo presionaba con fuerza la
bufanda, no podía llegar tarde, casi al trote por el pasillo me hacía
expectativas de todo, mientras repasaba que todo estuviera en orden. Debía ser
perfecto.
-¿Cámara?
-¡Listo!
-¿Vodka?
-¡Por amor de dios Ramsey, esto es un hospital y estas a
punto de ser tío!
-Precisamente, ¡Hay que brindar por eso!
Se
abrieron las puertas y ella estaba allí, sentada en un sofá del lobby con la
revista en las manos. Siendo eso que solo ella podía ser. Ella misma, única en su especie.
Brillante, deslumbrando y llamando mi atención por completo. Borrando todo el
mundo a mí alrededor y haciéndome sentir tan seguro de mí. Y a la vez, haciendo
que cada momento fuera tan frágil. Quería que todo fuera perfecto. Solo unas
horas, solo había compartido con ella un par de encuentros, y aun así sentía
como si hubiera esperado toda mi vida por ese momento, como si ambos lo
hubiéramos planeado todo, como si lo hubiéramos esperado durante mucho tiempo.
Verla de nuevo una y otra vez, me hace confundir, realidad con los recuerdos y la
fantasía. También una parte de ella es eso, fantasía.
“Llegue tarde” pensé. Una cama vacía, y caras
largas, quizá por el cansancio.
-¿Quiere conocer a la criatura?
Me pregunto el doctor.
Con
cierta inseguridad en el pecho asentí,
mientras miraba a los lados, buscando algo en las miradas que se
clavaban en mí. Presentía que algo no estaba en orden, pero en ese momento, a
pesar de todo, estaba lleno de valor y no lo dejaría por nada.
-Llegas tarde, estaba
por subir.
Reclamo ella, con tono
de burla. Mientras hacia un gesto señalando su reloj.
-No era broma que
quedaba lejos.
El sudor en las manos,
me hacía sentir inseguro de darle la bufanda, estaba a punto de arruinarlo y se
me ocurrió.
-¿Gustas algo de beber?
Hay un buen sitio por esa puerta.
-No entiendo, podría ser
tan simple como que me entregas la bufanda, y fin de la historia. Pero ya que
insistes, está bien. Vamos
-Tienes razón. Pero
también hay algo de lo que me gustaría hablarte.
-Que no sea del metro,
por favor.
-No, al contrario,
siento que te debo una disculpa con respecto a mi comportamiento durante todo
este tiempo. Ni siquiera te conozco y no sé qué pasa conmigo. Me sudan las
manos, estoy nervioso, justo aquí, parado delante de ti con las palabras
amontonadas en la garganta ¿Sabes? Literalmente, me siento como un pequeño
dándole explicaciones a su madre por el vidrio roto.
-¿Eso inspiro?
-¿Qué?
-Según lo entiendo es
¿Miedo?
-Tú no, perderte a ti,
sí.
-¿Perderme? ¿A qué te refieres?
-No… O sea. Lo que trato
de decir es que tienes una conducta bastante ¿Difícil?
-¿¡Difícil!? ¿¡Es en
serio!? Me has visto literalmente tres veces en toda tu vida, y lo mejor que se
te ocurre es venir aquí y decir que tengo una conducta ¿¡Difícil!? Creo que es
suficiente. Debo irme.
Jacobo se metió la mano
en el bolsillo y saco la bufanda. Se la ofreció como si la vida se le fuera en
ello.
Ella tomo la bufanda y
noto un leve forcejeo. Levanto la mirada con el ceño fruncido, evidentemente
molesta.
-Entiendo que estés
enfadada después de todo lo que ha sucedido, este viaje no era lo que
esperabas. Deberías estar descansando, no en el lobby de un hotel discutiendo
con un imbécil que probablemente esté borracho.
-¿Qué? ¿Cómo sabes eso,
Ramsey te dijo algo?
En un tono muy serio,
casi impersonal Jacobo respondió
-No tenemos esa clase de
confianza. Solo lo sé. Lo noto en tu mirada, así como puedo notarlo a diario en
la mirada de las personas en las calles.
Nadie tiene lo que
esperaba. Ese sueldo, no fue suficiente. Ese ascenso, no fue suficiente. Esa
cita con la chica perfecta, no fue suficiente. Parece que son pocas las
personas en esta vida que obtienen lo que vinieron a buscar. Te veo aquí, y
entiendo tantas cosas. Tú no eres “difícil” no hay nada más alejado de ello.
Solo no tienes lo que viniste a buscar.
Ella lo miraba a los
ojos. Con la mirada empapada, luchaba con su rostro para no romper en llanto.
Se sentía confundida, en parte, ofendida de que alguien tuviera una opinión tan
acertada de algo tan estúpido. Por otra parte se sentía comprendida. Tanto que
una vez más logró sentir esa confianza tan frágil que él le inspiraba. Quería
meterse en su pecho y llorar, quería desahogar todo eso y volver a empezar.
Laura, entre sollozos y
casi susurrando, le respondió.
-¿Sabes porque nadie
tiene lo que viene a buscar?
Es simple, nadie sabe,
que lo único que buscamos son momentos. Momentos como este Jacobo. Estos
momentos, son eso que pasamos toda nuestra vida deseando y dejando pasar una y
otra vez
¡Y sí! Es difícil a
veces, hacer que alguien lo entienda. Pero una vez lo hace, una vez abre los
ojos, y se da cuenta de donde está. El pasado es historia, y este presente es
todo lo que cuenta para nosotros.
Él, la miro asombrado y
soló lentamente la bufanda. Dejándola deslizarse entre sus dedos.
Se decidió de inmediato,
y camino al lounge del hotel. Ambos se sentaron en la barra del
establecimiento, donde un caballero vestido de forma impecable y elegante,
atendía a los pocos clientes que permanecían allí a esa hora. El bar tender se dirigió a Jacobo y preguntó.
-¿Qué desea que le sirva
a la dama?
Jacobo y Laura se
miraban a los ojos con un gesto de sorna, y sin mirar al señor, Jacobo con una
mirada retadora, respondió.
-La señorita, va a
querer una ración de helado. Si tiene ron con pasas, mucho mejor.
Ella, lo miro
sorprendida, pues eso era justo lo que deseaba en ese momento. Y con los ojos
entrecerrados, mientras sonreía le dijo.
-Sigo pensando que
Ramsey te dijo algo.
-Hoy, simplemente me
siento con suerte.
Tras tomar sus órdenes,
salieron a la terraza, y se acomodaron en una de las mesas allí dispuestas. El
lugar estaba desierto debido al clima y la hora. Solo una pareja de ancianos
compartía en silencio una mesa en un rincón, evidentemente cada cual en su
mundo.
Un frio intenso,
acompañaba la solitaria vista de una ciudad dormida, el tiempo transcurría con
calma y ambos acurrucados bajo la sombrilla, fueron testigos de cómo una suave
llovizna dejaba filtrar finos copos de nieve, comenzando a pintar de blanco las
cumbres de los rascacielos.
A medida que la noche
avanzaba, la conversación se iba haciendo más amena entre ambos, acercándolos, desvelando
detalles interesantes sobre la vida de cada uno.
Jacobo, había aprendido a resumir o extender
sus historias según fuera la necesidad del caso. De esta forma, la conversación
no se centraba enteramente en él. Laura en cambio, era de frases breves,
monosílabas, en la mayoría de las oportunidades, Jacobo para saber algo
concreto sobre ella, debía preguntarlo en repetidas ocasiones, aguardar un
pequeño silencio y de vez en cuando, recibir una evasiva o una negativa como
respuesta. Esto demostraba que sería bastante complicado conocer bien a aquella
chica con el universo atrapado en su mirada. El lenguaje corporal era muy
importante para conocer limites, saber hasta dónde podía preguntar, o que tanto
podía presionar, para superar una respuesta evasiva. Todo su conocimiento e
instinto trabajaron arduamente aquella noche, con el fin de conocer más a Laura.
Laura por su parte, se
sentía un poco atemorizada por Jacobo, quien parecía tener completo control de
la situación y estarla manejando a su antojo. Razón por la cual, ella se limitó
mucho a dar información demasiado personal. Al fin y al cabo solo se estaban
conociendo, pero había algo en él, que la hacía sentir tanto a gusto, como desconfiada,
y era precisamente, esa naturaleza de hombre de mundo, y tan seguro de sí mismo,
la que no le inspiraba confianza. Transcurrieron largas horas de risas, y
momentos emotivos, en los que cada uno de ellos, dio una parte de si a conocer.
Ella a cada momento se sentía más segura y el, muy en contra de lo que
demostraba, tenía cada vez más cuidado con lo que decía o hacía. Pasaron del
helado al vino, y del vino a la cerveza.
Como a las cuatro de la
mañana, ambos ya un poco ebrios, decidieron salir a dar un paseo fuera del
hotel, con la loca idea, de intentar hacer un muñeco de nieve. A pesar que, ninguno
de los dos llevaba ropa para semejante frio. Jacobo, como todo un caballero,
cedió a Laura su chaqueta, y enrollo tiernamente en su cuello la bufanda, que
hasta ese momento, aun no le había entregado.
Caminaron por las
solitarias calles tapidas de nieve. Era sorprendente ver como unas pocas horas
de una nevada tan lenta, habían creado una capa tan gruesa. Ellos sin embargo,
aprovecharon esto, y comenzaron a dejar muñecos de nieve, con botellas o latas
de cerveza como nariz, regados por todo el camino. Reían y jugaban, lanzándose
bolas de nieve como dos niños, se empujaban y correteaban por una avenida llena
de jardines que a esa hora, era solo para ellos.
Caminaron y bebieron
hasta llegar a un descampado, lo suficientemente alto como para sentarse a ver
el amanecer. Laura miraba con un gesto reflexivo a, alguna parte de todo el horizonte.
Se apoyó torpemente con ambas manos acercándose más a Jacobo volteó, y le dijo.
-¿Sabes? (Hic), no
recuerdo cuando fue la última vez que hice esto. Pero lo gracioso es que no se,
si no lo recuerdo porque estaba muy ebria, o porque nunca lo haya hecho.
Él, la miro con tono de
burla y le dijo.
-Confieso que me ha
sucedido. Aunque modestia aparte, nunca pierdo los recuerdos cuando me
emborracho.
-¿Ah no?
-¡Lo juro por dios que
no! (Hic)
-Entonces jovencito, le
encargo que recuerde esto por los dos.
Lo tomo de la cabeza con
ambas manos, y le dio un beso, como si de comerse una manzana se tratara.
Jacobo, derrotado por la sorpresa levanto
ambas manos en señal de rendición y luego las fue bajando lentamente hasta
abrazarla, continuando ese beso, que se iba haciendo más apasionado.
Ella, lo dejo de besar y
lo miró fijamente.
-Maldita sea, te estas
aprovechando de mí.
Le dijo.
-¿Con esa misma boca, es
con la que das esos deliciosos besos Laura?
Ella, con una sonrisa
pícara, le soltó una sonora cachetada, y lo volvió a besar.
Luego de un rato de
besos y mimos, Laura se levantó, lo tomo de la mano, y se fueron de vuelta al hotel.
Ramsey
estaba sentado en la sala de esperas. Tenía el rostro cubierto con una mano, y
la botella de vodka en la otra. A su lado, estaba estado Jacobo sobándole la
espalda en señal de consuelo, mientras este lloraba y bebía cual niño de pecho.
-No
lo entiendo, simplemente nunca lo entenderé Jacobo ¿Acaso tú lo entiendes?
-Tampoco
entiendo nada Ramsey, esperemos a ver qué pasa.
Ramsey
respondió, mientras rompía a en llanto.
-Tú
ya sabes muy bien que pasara, es más que predecible. Pero claro, nunca esperas
que algo así te pase a ti, solo lo ves en tus amigos, y no eres capaz en
entenderlo. Hasta que llega ese día, ese día en el que es a ti a quien le sucede. Entonces, ese
día sientes que es a ti, a quien nadie entiende.
-El
dolor es algo muy confuso querido amigo, pero tengamos la esperanza de que todo
saldrá bien.
El
doctor, salió de la sala de cuidados intensivos con una expresión grave en el
rostro. Ambos se levantaron y aguardaron a su llegada. Este se paró frente a
ellos, y les dijo.
-La
verdad, señores. Lamento mucho informarles sobre la perdida de la señorita, y
es por ello que no les reprochare el haber llegado en ese estado a un hospital.
Pero tengan por hecho, que si la señorita Ibramovich hubiera sobrevivido, ya
los habría sacado a patadas de aquí.
Jacobo,
al escuchar aquello frunció el ceño con la mirada confundida, y mirando al
doctor, pregunto.
-Disculpe
¿Cómo ha dicho que se llamaba?
-Ibramovich,
Laura Ibramovich.
Jacobo,
abrió los ojos como si se le fueran a salir de las orbitas, y compartió una
mirada de complicidad con Ramsey, diciendo.
-Di,
disculpe doctor, ¿Nos daría un minuto?
-Con
gusto caballeros.
Se
retiraron un poco, y a Ramsey ya se le notaban las ganas de explotar de la
risa.
-Qué
imbécil te ves cuando tartamudeas Jacobo, en serio.
A
lo que Jacobo, aguantando la risa pregunto.
-¿Entonces,
si lo hicimos?
Ramsey
asintió y ambos se acercaron de nuevo al doctor. Ramsey rojo de las ganas de
reír, dijo al doctor, quien los observaba confundido.
-Disculpe
Doc. Necesitamos ir un momento a recepción a confirmar un pequeño detalle.
El
doctor, quien no entendía nada, respondió confundido.
-Por
supuesto señores.
Ambos,
entre risitas de complicidad llegaron a la recepción, y grande fue su sorpresa
al darse cuenta, que habían escogido a la primera Laura, de una lista de
setenta y dos que había en el directorio, y, que se habían equivocado de cuarto,
al momento de llegar al parto. Por lo tanto Laura. Su Laura no había muerto, y
ellos estaban tan ebrios que ninguno de los dos notó el error.
Nuevamente,
se abren las puertas de, otra, sala de parto y aparecen, Ramsey y Jacobo, con
la cara llena de lágrimas de alegría, una videocámara y una botella de vodka.
Todo esto, ante los rostros, sorprendidos y confusos de Laura, y los médicos
que atendían el parto. Al cabo de unas horas, ambos estaban sentados, fuera del
hospital bebiendo y cantando de alegría. Pues esa tarde, burlando a la muerte,
aprendieron a valorar más la vida.
La
alarma del celular, no dejaba de sonar en alguna parte de su cabeza, o de su
cama, o del piso, o de alguna parte. Muy al contrario de lo que había
asegurado. Jacobo no tenía ni idea de donde estaba. Se dio vuelta, y al verla
allí, en seguida todo cobro sentido. Tanto, que nunca se imaginó buscando el
celular con tantas ganas de hacerlo callar para evitar despertarla.
Finalmente, lo encontró dentro
del bolsillo de su pantalón. Al ver la pantalla, su mundo dio un giro de
trescientos sesenta grados. Fue como si lo hubieran sacado de un tirón, de un
sueño perfecto, o peor aún, como si le hubieran quitado el piso de los pies.
En la
pantalla del celular, había una notificación de la aerolínea, indicándole que
su vuelo salía en dos horas. Así que él, ya debía estar de camino al
aeropuerto.
¿Qué
diría?
¿Cancelaria
el vuelo a última hora? Ya incluso había renunciado al trabajo. Ya era solo
cuestión de salir y no volver, o quedarse y empezar de cero.
Lo pensó con cabeza
fría, y se preguntó, si lo que sentía era real. Si todo aquello había sido
espontaneo, o tan solo había sido producto de un par de cervezas. Si en
cualquier momento ella se iría nuevamente a su pueblo, y él se quedaría allí de
nuevo varado y solo. O, si yéndose, la haría sufrir como nunca había hecho
sufrir a alguien con quien se había sentido tan bien, y había hecho tanta
confianza en tan poco tiempo.
Se
debatía en un dilema bastante complicado, y con poco tiempo para decidir, pues,
en cualquier momento, ella despertaría ¡Eso! Esperaría y se despediría de ella
como si nada pasara. Luego la llamaría y le daría la noticia, como si fuera
algo repentino. Una parte de él, se sentía bien por haber resuelto todo. Pero
había mucha culpa en todo aquel asunto. Así que decidió, no pensar más en ello,
se dio vuelta y la abrazó. Ella, entre dormida se le quedo mirando, y le dijo.
-Deberías
irte ya Jacobo, perderás tu vuelo.
En su
tono de voz, había algo de tristeza, pero a la vez de comprensión, como si ya
lo sospechara, como si supiera que el siempre hacia lo mismo, o que en algún
momento, esto pasaría con él.
Él no
respondió nada, ella se soltó de sus brazos, se incorporó y se le quedo
mirando. Jacobo la miró y le dijo.
-¿Acaso
ves en mi alguna intención de irme?
Laura
bajó la mirada y respondió.
-Jacobo,
justo ahora, yo soy tu nuevo viaje. Quizá justo ahora no lo veas así, pero
luego tendrás la misma intención de irte, que hoy tienes de quedarte, pues, ya
no te ofreceré la novedad que soy hoy para ti. Pero, cuando ese momento llegue,
yo ya estaré acostumbrada a ti y me dolerá.
Entonces
podrán suceder dos cosas. O tú, no querrás irte, para no hacerme sufrir y te
quedaras en contra de tu voluntad. O, yo tendré que verte partir, cuando ya sea
necesario aprender a vivir sin ti. En
cambio, justo ahora. Ambos tenemos el beneficio de poder hacer lo que queramos.
Y si irte es lo que quieres. Este es el momento perfecto, porque llevo mucho
conociendo la vida sin ti.
La
miró sorprendido, por toda la razón que pudo hallar en sus palabras. Lentamente
se incorporó a su lado, y le preguntó.
-¿Sabes
a dónde voy?
Laura
negó con la cabeza, Jacobo se refregó el rostro con las manos, y con las manos
aun en la boca le dijo.
-Me
voy a la India, primero pasaré por Irán y de allí, me iré haciendo escalas por
oriente medio hasta la India ¿Sabes lo que eso quiere decir?
-Que
no te volveré a ver ¿Y eso que? Ya te lo dije antes, aun sé cómo vivir sin ti.
-No
es eso Laura.
-¿Entonces
qué es? Dímelo, no lo entiendo.
-Que
volveré, siempre vuelvo.
Laura
lo miro como a un demente, pensaba que estaría loco si pensaba que ella lo
esperaría. Y si se atrevía, siquiera a insinuarlo, ella estaría dispuesta a
arrancarle la cabeza de una bofetada. Pero lo que él dijo, fue mucho más allá
de lo que ella jamás habría imaginado.
-¿Y
qué, Pretendes que te espere o algo así?
-No
específicamente.
-Entonces
explícamelo.
-Eso tampoco
lo haré Laura, lo que diga ahora estará de más. Mas lo que haga, eso sí
contará.
Laura
lo miro con los ojos llorosos, molesta e impotente por semejante respuesta.
Jacobo se levantó de la cama y busco su abrigo.
Se
paró frente a la cama y se quedó mirándola, como queriendo decirle algo. Pero
de su boca no salieron palabras, en su rostro, un gesto de tristeza lo decía
todo. Se dio media vuelta y se marchó, maldiciéndose a sí mismo por haber
permitido que sucediera eso que tanto había querido evitar. Se había enamorado
de aquella mujer.
Al
escuchar la puerta cerrarse, Laura se enrollo en la cobija y se echó a llorar.
Otro cobarde más que escapaba detrás de sus sueños, y la hacía sentir menos. “Solo
será una etapa” pensó “Ya mañana, volveré a ser la misma de siempre”
Jacobo
tomó un taxi directo al aeropuerto, no se podía dar el lujo de pasar por casa,
ni nada que se le pareciera. De todos modos, tampoco había nadie más de quien
despedirse, y para estos casos, tenía a una persona encargada de poner todo al
día. Así que podía irse tranquilamente y abordar su avión, como si de tomar un
taxi se tratara.
Su
primer destino, fue la ciudad de palestina. Allí pasó algunos meses enviando
postales a una dirección que Ramsey le facilitó, luego que él, le explicara
detenidamente, lo que había sucedido durante aquellos días.
El chico se enamoró de aquella historia, y lamento no
vivir algo así en todos los años que había vivido en la ciudad. Laura recibía
puntualmente estas postales, hasta que un día Jacobo recibió una sola carta en
meses, y debido al contenido de la misma, decidió no continuar con las
postales.
Se sentía solo, a pesar
de estar lejos de todos los problemas que se había buscado durante aquellos
días en la ciudad, el alivio de huir, era algo que ya no acudía en su auxilio.
Constantemente, comparaba dentro de su mente el rostro de Laura, aquella noche
que compartieron juntos, y luego, recordaba su expresión durante la
confrontación que dio lugar a la despedida.
Ese contraste tan
drástico de emociones, lo conmovía. Y algo en él, le pedía a gritos que
volviera. “Ya pasará” pensaba, mientras los días pasaban y se daba cuenta que
esto no sería así. Por días, pensaba en regresar y buscarla. Recordaba la
carta, y todas esas ideas se iban de inmediato.
Laura
regresó al pueblo con su madre. El fin de semana, le había dejado más que un
simple descanso. Pero hacía lo posible por no pensar en ello. Después de todo,
ella misma había escrito una carta, donde dejaba las cosas bastante claras,
tanto para Jacobo, como para ella. Así que decidió seguir adelante, siempre,
conservando la idea de no esperar el amor nuevamente, y de dedicarse a sus
ocupaciones cotidianas, con la abnegación de un santo.
En ocasiones, se
encerraba en su habitación a llorar hasta quedarse dormida. Le sorprendía que a
pesar del tiempo que había pasado, ella aun no olvidara nada de todo aquello. Y
que al contrario, lo sentía tan presente como el primer día. Esto también la
tenía bastante frustrada. Por lo cual su mal humor fue empeorando. Hasta llegar
un punto, en que ni ella misma se toleraba.
Ambos, cada uno en su
camino, cojeaban buscando el apoyo del otro. A pesar de que ese apoyo, era algo
que nunca antes habían compartido.
Una mañana, el mar
carácter de Laura se salió de control. Había descubierto nuevamente, que por
alguna razón, la bufanda no estaba entre sus cosas.
Jacobo no se había dado
cuenta aun que estaba con él, pues casi nunca terminaba de desarmar su equipaje.
Aun así, cada vez que habría sus maletas, terminaba en su cama enrollado, lleno
de frustración y de vergüenza consigo mismo, pues, al llegar casi al fondo de
estas, podía percibir el perfume de Laura entre sus cosas. Ambos, se estaban
volviendo completamente locos. Él no se explicaba si aquello era una invención
de su obsesionada mente. Y ella, no paró de buscar la bufanda durante meses.
Fue una llamada de
Ramsey, la que aclaró todo el asunto. Harto del mal carácter de su hermana,
durante una visita que hizo a ella, y su madre, preguntó a Laura durante
semanas, que le sucedía, hasta que esta, dio su brazo a torcer y le explico el
porqué. Ramsey se desarmaba a carcajadas imaginando todo aquello. Pero en el
fondo, se sentía mal por su hermana y por Jacobo también. El, siempre vio el
mundo desde una perspectiva más simple, así que decidió llamar a Jacobo y
preguntarle.
Pasaron casi dos semanas
antes que Ramsey, pudiera dar con el paradero de Jacobo, pues este nunca estaba
en el hotel. Y cuando estaba, no respondía llamadas.
Finalmente, una tarde
Ramsey logró dar con Jacobo. Y fue como hablar con un zombi. Ramsey pudo notar
la desolación en su voz, y se sorprendió, nunca lo había escuchado tan decaído.
A pesar de conocerlo poco, su naturaleza alegre, le permitía intuir con
precisión el estado de ánimo de las personas. Quería darle la sorpresa de la
noticia a Laura, estaba seguro que se sentiría mejor al saber que Jacobo estaba
bien. Que en cualquier momento, tendría de vuelta su bufanda, y una buena
oportunidad para conversar un poco con Jacobo. Cosa que, quizá, al aclarar un par
de cosas entre ambos, les convenciera de lo mal que lo estaban pasando
separados. O al menos, para cerrar el ciclo y matar viejos rencores.
Lo que fuera, era bueno
para que ambos se sintieran mejor. Jacobo se mostró optimista, aunque su ánimo
no mejoró para nada. Laura en cambio, era rencorosa como un gato, y le dijo a
Ramsey.
-¿Cómo te atreves?
Después de todo él fue quien decidió irse.
-Hermanita, te
recomiendo que conserves la calma. Esto es más por ustedes que por mí.
-Entiéndelo Ramsey. El demostró que está mejor
sin mí, que no me necesita, y que yo tampoco tengo porque necesitarlo a él. Lo
mejor es que dejes esto.
-Ya no depende de mí, es
esa bufanda. Siempre ha sido mágica ¿Recuerdas? Como decía papá.
-¿Estas borracho? No sé
qué tiene que ver un pedazo de tela que se perdió con él.
-Que él la tiene, y
piensa devolvértela, entonces me pareció una buena idea que quedaran entre
ustedes. Como lo hicieron aquella vez.
Laura estaba furiosa. No
se explicaba aquella intromisión de Ramsey, él nunca había estado pendiente de
nada. Él vivía en su mundo de fantasías, el no conocía los problemas reales,
esos que hacían su mundo tan ocupado, esos que le robaban la vida lentamente.
Ramsey en cambio, siempre tenía tiempo para fiestas, para emborracharse con toda
esa gente famosa del cine, y para llevar una vida que su madre no aprobaba. Él
nunca se preocupaba por nadie.
No aceptaba que alguien
como él quisiera ayudar, o al menos pretender pensar que conocía las causas de
su mal humor. ¿Y que se supone que era eso de la bufanda mágica? ¿A qué se
refería?
Laura colapsó en sus
pensamientos, y llena de rabia gritó a su hermano.
-¡¿Y cómo demonios llego
mi bufanda a sus manos?!
En ese momento, Jacobo
apareció frente a ella. Con una frialdad impersonal en el rostro, esa que pocas
veces mostraba, pero que delataba cuan sincero era en ese momento. Estaba
bastante demacrado, y en sus ojos, se dejaba notar el pasar de las
interminables horas sin dormir. De la distancia recorrida hasta ese lugar, a
ese momento.
Se acercó a ella con la
bufanda entre las manos, la miro a los ojos, y en un tono tan bajo como un
susurro, mientras extendía la bufanda dijo.
-Yo tampoco me lo
explico.
Solo sé, que todo este
tiempo estuvo lejos de quien pertenece por una razón. Y esa razón, fue darle
sentido a cada momento lejos de ti. Este trozo de tela, mantuvo ese perfume que
desde un principio me llevo hasta ti. Y quizá, sean pequeños detalles sin
importancia, romanticismos mundanos. Pero, para mi fueron esos pequeños
detalles, los que, durante todo este tiempo, me enseñaron cuan errado estaba al
huir constantemente de algo que es imposible evitar.
Vivir.
Me di cuenta que no
puedo huir de la vida, ya no puedo resistirme más a la idea de fallar a quien amo,
pues fallar, es una parte del aprendizaje de amar. Ya me he fallado muchas
veces a mí mismo. Me he fallado al dejar pasar la oportunidad, una y otro vez,
de compartir con aquellas personas que me han dado un valor que nunca he sido
capaz, ni de retornar, ni de darme a mí mismo. Hoy, he venido hasta aquí a
entregarte no solo esta bufanda, si no también, para decirte que con ella, te
entrego algo que hasta ahora, no había sido capaz de entregar a nadie. Y es la
confianza para decirte que quiero vivir. Pero hoy, solo quiero vivir a tu lado.
Hoy estoy más lejos de huir de lo que nunca había estado. Pues no puedo huir de
nosotros. Ya lo intente, y simplemente no se puede.
-Cobarde.
-¡Una y mil veces
cobarde! ¡¿Cómo te atreves?!
Laura rompió en llanto,
y se lanzó contra su pecho dando golpes desconsolada. Ramsey miró a los ojos a
Jacobo, y este asintió, dando a entender que todo estaba en orden.
Laura, lloró
desconsolada, lloró todo lo que no había llorado en su vida. Dejo salir toda
esa rabia y todo ese rencor que la carcomían por dentro. Vació el vaso, hasta
estar lista para llenarlo de nuevo con todas las cosas nuevas que se venían.
Esa
misma tarde, Laura y Jacobo, fueron a aquella elevación en la que se besaron
una fría noche de invierno.
-Haré
una pregunta bastante estúpida.
Dijo
él.
Ella
lo observo con atención. Se notaba cierta complicidad juguetona en su rostro,
mientras el miraba a la nada para contener las ganas de reír. Ella sonreía
curiosa y esperaba esa pregunta.
-¿Recuerdas
lo que paso aquí?
-Sí,
estábamos sentados, ebrios y mirando el amanecer, pero los recuerdos son
confusos.
-O sea que, si hablabas
en serio, al encargarme que te recordara en un futuro lo que había sucedido.
-No entiendo de que
hablas ¿Qué te pedí que me recordaras?
Jacobo rio, y sin más,
la beso. Laura sorprendida lo empujó, pero el beso continuó y ella lentamente
se dejó llevar.
Lo miró a los ojos, y
sorprendida le preguntó.
-Necesito que me aclares
una cosa, el día que partiste ¿Paso algo entre nosotros?
Jacobo la observó
sorprendido.
-¿En serio, no recuerdas
nada?
-No.
-Pues, no, ese día no
pasó nada. Pero pronto pasará.
Ella lo miró y en todo
retador preguntó.
-¿Ha si? ¿Y qué te hace
estar tan seguro de eso?
-Que traje tu bufanda.
-¿Eso es todo? ¿Piensas
que te acostaras conmigo, por haberme devuelto mi bufanda?
-No. Pero pienso que
cuando te la pongas, tendrás motivos de sobra, no solo para acostarte conmigo.
Ella lo miro extrañada y
de pronto, sus ojos se abrieron como quien descubre un gran tesoro. En seguida
desenvolvió la bufanda y dentro de ella, había envuelta una sortija de
compromiso.
Sentada en la peinadora
de la habitación, corregía los últimos detalles de su maquillaje. Siempre bien
presentada, siempre hermosa, una mujer elegante y digna de su imagen. Él se
acercó por detrás de ella, masajeando
sus hombros con una cálida caricia. Ella devolvió el gesto besando su mano. Él
se acercó a su cuello y aspiro profundamente.
-¡Ah!… Ese perfume
¿Sabes que me cambio la vida?
Ella lo miro y dejo
escapar una sonrisa sonrojada, mientras miraba con ternura su reflejo en el
espejo.
-Eres un exagerado.
-Creer que se te ama lo
suficiente como para compensar el honor de hacerlo. Eso es una exageración. Tú
me cambiaste la vida. Debes creerlo.
-Me lo has demostrado,
seria atrevido no creerlo.
-Pues es hora de que
ambos lo demostremos. El altar nos espera, y sé que no te volveré a ver así en
mi vida. Tu mañana serás más perfecta, y yo más afortunado. Quiero vivir este
momento.
-Definitivamente, Si.
Vamos, te invito a
vivir.
FIN
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